La alegría de ser niño es despertar con la ilusión de nuevas aventuras, donde el mundo es un inmenso parque, es reír sin razón, es correr descalzo o bajo la lluvia, sentir el viento en la cara y creer que con un poco de esfuerzo se puede volar.
Se basa en la curiosidad insaciable, en los ojos que brillan al descubrir algo nuevo y en la imaginación que convierte cajas en grandes juegos. Es la certeza de que los superhéroes existen y que cada amigo es un cómplice en las aventuras. Es la magia de los cuentos antes de dormir, donde cada historia es una puerta a mundos fantásticos donde todo es posible.
Es vivir sin preocupaciones y que no hay problema tan grande que no se pueda resolver con un poco de amor. Es sentir la libertad de expresarse sin miedo, de cantar y bailar, de disfrutar cada instante como si fuera el más importante.
Es la emoción de aprender algo nuevo, de lograr algo por primera vez. Es la felicidad de un helado, es salir a la calle con tus vecinos y los juegos nunca parecen, ni merecen terminar.
Ser niño es un tesoro que brilla, es un tiempo de inocencia, donde el amor y la felicidad son tan naturales como respirar. Y es un recordatorio constante para los adultos de que, en el fondo, siempre hay un niño dentro de nosotros deseando salir a jugar y a disfrutar la belleza de lo simple y lo auténtico.
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