Actualmente, algunos padres utilizan a sus hijos e hijas como obras de caridad para su beneficio. Desconociendo que los niños y jóvenes tienen los mismos derechos generales y específicos derivados de las necesidades especiales de la niñez.
Estos derechos son normas que se deben de recibir por igual, son inherentes a todos sin importar su origen socioeconómico, sexo, raza o religión.
Es crucial que desde temprana edad sean conscientes de sus derechos para que puedan defenderse ante posibles abusos o injusticias. Conocerlos les da la confianza y la seguridad para expresarse y participar activamente en su entorno.
Esto, previene situaciones de vulnerabilidad y promueve mayor equidad en el trato que reciben, tanto en casa, como en la escuela o cualquier otro entorno que se muevan.
Cuando los niños aprenden el respeto y la empatía, desarrollan una mentalidad inclusiva y tolerante que les ayuda a reconocer la diversidad, reduce los prejuicios y brinda una convivencia pacífica en la sociedad. Al entender la educación en derechos se forman en ser buenos ciudadanos y se convierten en agentes de cambio para su familia y comunidad. Esta formación cívica desarrolla el sentido de justicia y empoderamiento para ejercer su ciudadanía.
Las enseñanzas no pueden quedarse en las aulas de clases, es responsabilidad de los padres compartir los conocimientos con sus hijos e hijas por medio de artes plásticas, manualidades, lecturas y una comunicación acertada, con el fin que ellos puedan sentirse en libertad de expresarse, permitiéndoles manifestarse cuando sean agredidos y a no ser silenciados desde la ignorancia.
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